Las negociaciones comerciales entre China y Estados Unidos han concluido sin un acuerdo, intensificando la incertidumbre en los mercados internacionales y reavivando temores sobre una posible escalada en los aranceles entre las dos economías más grandes del mundo.
Durante los últimos días, representantes de alto nivel de ambos países se reunieron en Washington con el objetivo de resolver diferencias clave en temas como propiedad intelectual, transferencia de tecnología, y el acceso a los mercados. Sin embargo, pese a los intentos de extender el diálogo y las expectativas moderadamente optimistas previas, las partes no lograron cerrar un entendimiento común, indicando que persisten profundas divisiones.
Los negociadores estadounidenses, encabezados por la Representante Comercial Katherine Tai, subrayaron que China aún no ha cumplido con varios compromisos asumidos previamente, especialmente en el marco del acuerdo de “fase uno” alcanzado en 2020, que establecía metas específicas de compra de productos estadounidenses y reformas estructurales. Por su parte, las autoridades chinas criticaron lo que consideran como demandas «unilaterales e irrazonables», insistiendo en que cualquier acuerdo debe respetar la soberanía económica de ambas naciones.
La ruptura en el diálogo se produce en un momento delicado para la economía global. Las tensiones comerciales entre Beijing y Washington han tenido un impacto significativo durante los últimos cinco años, afectando cadenas de suministro, incrementando los costos de importación y exportación, y generando volatilidad en los mercados bursátiles. Analistas advierten que si no se retoman rápidamente las conversaciones, existe un riesgo elevado de que se reimpongan aranceles anulatorios o incluso se apliquen nuevas tarifas adicionales.
“Estos resultados aumentan la probabilidad de nuevas medidas punitivas de cada lado”, señaló Mei Xie, economista del Peterson Institute for International Economics. “Esto no solo afectará el flujo directo de comercio entre ambos países, sino que puede tener un efecto indirecto en socios comerciales de terceros países”, advirtió.
En América Latina, los gobiernos y empresas exportadoras también observan con cautela el desarrollo de esta disputa. Muchos países de la región mantienen relaciones comerciales con ambas superpotencias y podrían verse atrapados en medio de una nueva guerra arancelaria. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las fluctuaciones en las políticas comerciales entre Estados Unidos y China afectan directamente las exportaciones de materias primas y componentes manufacturados desde América Latina, especialmente en sectores como la agroindustria y la minería.
A nivel empresarial, las reacciones no se hicieron esperar. Diversas cámaras comerciales expresaron su preocupación por los posibles costos adicionales que enfrentan los consumidores y las compañías. En un comunicado, la Cámara de Comercio Estadounidense instó a ambas partes a retomar las conversaciones y evitar decisiones unilaterales que puedan sacudir aún más el clima económico global.
Por ahora, tanto Washington como Beijing han declarado que permanecerán abiertos al diálogo, aunque no se ha fijado una nueva fecha para futuras rondas de negociación. Con la posibilidad latente de nuevos aranceles y el escenario económico global aún recuperándose de los efectos de la pandemia, la falta de acuerdo marca un nuevo punto de tensión en una relación comercial ya sumamente compleja.

