Durante décadas, la política de hijo único en China limitó estrictamente el crecimiento poblacional. Implementada en 1980, esta norma conllevaba importantes sanciones económicas para quienes la incumplieran. Un ejemplo ilustrativo es el caso de los padres de Li, quienes fueron multados con 100,000 yuanes (aproximadamente US$13,900), casi tres veces sus ingresos anuales como vendedores de pescado en un mercado local. Estas políticas dejaron una marca indeleble en la sociedad china.
En aquellos años, el mensaje era claro: tener más de un hijo podía traer consecuencias económicas significativas. Sin embargo, esa postura contrasta marcadamente con la situación actual. Hoy, el gobierno chino está implementando estrategias para estimular la natalidad, ofreciendo incentivos financieros y beneficios sociales a las parejas que decidan tener más hijos. Esta transformación obedece a una nueva preocupación: el envejecimiento de la población y la disminución en la tasa de natalidad.
El cambio en la tendencia demográfica preocupa tanto a autoridades como a economistas. Con una población que envejece rápidamente y una fuerza laboral en disminución, se pone en riesgo la capacidad productiva del país. En 2022, la población china se redujo por primera vez en seis décadas, marcando un hito que refleja un cambio profundo en la pirámide demográfica del país.
Las medidas actuales incluyen subsidios por nacimiento, licencias parentales extendidas, apoyo para el cuidado infantil y, en algunos casos, acceso prioritario a vivienda. Sin embargo, estas políticas aún no logran revertir la tendencia, en parte por factores culturales, económicos y sociales. Muchos jóvenes chinos hoy expresan dudas sobre tener hijos, citando el alto costo de vida, la presión laboral y una falta general de perspectivas alentadoras para el futuro.
En generaciones pasadas, como la de Li, existía un optimismo generalizado: se creía que cada nueva generación tendría una calidad de vida superior a la anterior. Ese pensamiento está perdiendo fuerza. Una reciente encuesta realizada en China resalta que muchos jóvenes ya no sienten la seguridad económica que sus padres soñaron para ellos. Algunos incluso optan por el movimiento «tang ping» o “recostarse”, que simboliza una retirada consciente de la ambición profesional y social.
La paradoja de haber pasado de restringir la natalidad a incentivar el nacimiento de nuevos ciudadanos muestra cómo los cambios políticos y sociales pueden dar giros inesperados. China, una vez tildada de sobrepoblada, ahora enfrenta uno de los desafíos demográficos más serios del mundo. Las lecciones de su pasado, donde se penalizaba tener familia numerosa, contrastan con las urgencias actuales de fomentar una sociedad más joven y productiva.
El panorama plantea interrogantes para Costa Rica y otros países que observan con atención cómo las decisiones gubernamentales sobre planificación familiar pueden tener repercusiones duraderas.

