Medicamentos oncológicos chinos desafían el dominio farmacéutico occidental: de avances clínicos a foco en Wall Street

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Durante décadas, cuando los pacientes oncológicos buscaban tratamientos innovadores, su mirada se dirigía automáticamente hacia gigantes farmacéuticos como Merck, Pfizer, Roche o Novartis. Sin embargo, en los últimos años, medicamentos oncológicos desarrollados en China —antes desconocidos fuera de Asia— están ganando terreno con eficacia clínica comprobada y costos competitivos.

Lo más llamativo es que, según cifras del plataforma de inversiones de salud de J.P. Morgan, en 2024 más de un 36 % de las transacciones en oncología involucraron empresas chinas. Inversionistas institucionales en Nueva York, Londres y Ginebra ya no ven a China como mera fábrica de genéricos, sino como una potencia emergente en innovación farmacéutica.

China se sacude el estigma del “copiar y pegar”

El gran viraje comenzó en 2015, cuando el gobierno chino relajó las normativas para agilizar la aprobación de medicamentos innovadores. Desde entonces, surgieron empresas como BeiGene, Innovent y Akeso que pasaron de replicar moléculas occidentales a desarrollar biológicos de última generación.

Un caso emblemático es el de Brukinsa, inhibidor de BTK de BeiGene, aprobado por la FDA en 2023 como primera línea para leucemia linfocítica crónica. En estudios clínicos, incluso mostró mayor eficacia y menos efectos secundarios que Imbruvica de AbbVie, el tratamiento líder estadounidense.

Otro ejemplo destacado es Tyvyt, la terapia inmunológica anti-PD-1 de Innovent, desarrollada en colaboración con Eli Lilly. Aunque inicialmente fue percibida como la “Keytruda china”, hoy se prescribe en hospitales de Estados Unidos y figura en guías clínicas internacionales.

Capital global apuesta por biotecnología china

La validación no solo llega desde laboratorios o clínicas: también viene del dinero. Según datos de J.P. Morgan Healthcare, en 2024, empresas chinas participaron en más de 45 acuerdos de inversión en el sector oncológico, capturando un 36,7 % del valor transado global.

La ampliación de acuerdos como el de BeiGene con Amgen por 3.300 millones de dólares, o el ascenso de Akeso, creadora de anticuerpos biespecíficos, ha despertado el interés de fondos como Bridgewater y Citadel, que ya incluyen a estas biofarmacéuticas en sus portafolios emergentes.

«China ya no está detrás en la carrera biomédica. Hoy lidera líneas de desarrollo y atrae capital por sus datos, eficiencia y visión a largo plazo», comenta Karen Li, analista de J.P. Morgan.

Occidente cambia de estrategia: de ignorar a aliarse (y ahora a competir)

Frente a esta ola, las farmacéuticas occidentales han reaccionado en tres fases: primero ignoraron, luego firmaron alianzas, y ahora empiezan a preocuparse.

Empresas como AstraZeneca han establecido alianzas con HutchMed, mientras que Roche y Sanofi exploran coproducciones en Shanghái o Suzhou. A la par, firmas tradicionales redoblan su inversión en tecnologías diferenciales como vacunas oncológicas basadas en mRNA, terapias CAR-T o inmunoterapia personalizada, intentando mantener ventaja tecnológica.

Sin embargo, admiten que los medicamentos chinos ya compiten en calidad, logística y sobre todo, en relación costo-beneficio, un factor crucial para sistemas públicos de salud y aseguradoras privadas en Latinoamérica y Europa.

Retos para China: credibilidad global, ensayos diversos y estabilidad geopolítica

Aunque las farmacéuticas chinas avanzan a pasos agigantados, aún enfrentan tres desafíos para consolidar su presencia global:

  1. Internacionalización clínica: Muchos estudios aún se hacen exclusivamente en población china, lo que limita su validez para otras etnias y contextos regulatorios.

  2. Construcción de marca y confianza médica: Aunque los resultados son prometedores, muchos oncólogos en Estados Unidos o Alemania aún prefieren medicamentos “probados en casa”.

  3. Tensión geopolítica: La creciente fricción tecnológica entre China y Occidente podría entorpecer registros regulatorios, exportaciones de principios activos o acuerdos de licenciamiento.

¿Y ahora qué? Tal vez el próximo Keytruda venga de Beijing

Que una biofarmacéutica china obtenga aprobación de la FDA o encabece una ronda en Nasdaq ya no es novedad. Lo que sorprende es la velocidad con la que se han insertado en la cadena global de valor médico —desde la molécula hasta el paciente— y, ahora, también en la narrativa de los mercados bursátiles.

Lo que antes era una industria de imitación, hoy se proyecta como el próximo polo innovador en terapias oncológicas. Tal vez en pocos años, médicos en hospitales públicos de San José o clínicas privadas en Escazú empiecen a recetar tratamientos fabricados en Hangzhou o Shenzhen.

Y entonces la gran pregunta ya no será “¿de qué país viene esta medicina?”, sino “¿cuál empresa la desarrolló mejor, más rápido y más accesible?”

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StayTV Periodista
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