WASHINGTON / SAN JOSÉ — La demanda del expresidente Donald Trump para que Lip‑Bu Tan renuncie como director ejecutivo de Intel por sus supuestos lazos con empresas chinas amenaza con desviar la atención del ambicioso plan de rescate de la compañía, según dos inversionistas y un exalto cargo de la propia firma.
Trump afirmó el jueves que Tan estaba «highly conflicted» (altamente conflictuado) debido a sus conexiones con China. La semana pasada Reuters informó de forma exclusiva que Tan habría invertido en cientos de empresas chinas, algunas con supuestos vínculos con el aparato militar del país asiático. Esos reportes, y ahora la presión pública de una figura política de alto perfil, complican la hoja de ruta del nuevo CEO.
Fuentes cercanas al proceso dijeron a este medio que, más allá del debate sobre la idoneidad ética o legal de las inversiones, la avalancha de atención mediática y política puede mermar la capacidad de Tan para concentrarse en la modernización y en las inversiones necesarias para devolver a Intel a la senda del crecimiento.
«Cualquier CEO necesita semanas y meses de foco absoluto para implementar cambios operativos y estratégicos; cuando la conversación pública se centra en investigaciones y posibles conflictos, eso consume recursos y confianza», explicó uno de los inversionistas, que pidió anonimato.
El segundo inversionista añadió que el consejo de administración de Intel podría verse forzado a tomar decisiones rápidas —desde iniciar una revisión de conflictos hasta pedir la renuncia— lo que aumentaría la incertidumbre entre empleados, proveedores y clientes. Un exalto cargo de Intel coincidió en que la disputa política podría traducirse en una pérdida de impulso en áreas críticas como la fabricación avanzada de chips y la contratación de talento.
Para Costa Rica, que alberga empresas de manufactura electrónica en las zonas francas y depende de cadenas globales de semiconductores, la tensión en la cúpula de Intel puede traducirse en retrasos o reajustes en suministros y plazos. «Si Intel pierde tiempo en su reestructuración, eso se siente inmediatamente en los proveedores de la región», comentó un analista local.
A nivel internacional, la controversia plantea preguntas sobre el cruce entre seguridad nacional, política y gestión corporativa. Las inversiones de ejecutivos en mercados considerados sensibles por Washington han sido objeto de escrutinio creciente, en un contexto de rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China.
Intel, que enfrenta retos desde la competencia en chips hasta la necesidad de ampliar su capacidad fabril, deberá ahora lidiar con un problema adicional: recuperar la confianza de mercados e inversores mientras defiende la conducta de su máximo ejecutivo o gestiona una transición ordenada.
El desenlace dependerá de las investigaciones que puedan abrirse, de la postura del directorio y de cuánto interés político mantenga la situación. Mientras tanto, la prioridad para muchos sigue siendo que Intel recupere su capacidad operativa; los expertos advierten que las distracciones políticas pueden costar tiempo y dinero en un sector donde la ventaja tecnológica se disputa por fracciones de segundo y millones de dólares en inversión.