Un fenómeno fenómenon creciente en China ha llamado la atención de medios y expertos laborales: jóvenes desempleados que pagan a empresas para simular que tienen trabajo. El servicio, que se ha multiplicado ante la falta de oportunidades, permite a clientes mostrar contratos, correos corporativos y registros de asistencia que aparentan un empleo real.
La práctica surge en un contexto económico tenso. La tasa de desempleo juvenil en China se mantiene por encima del 14% entre los menores de 25 años, y sectores claves como tecnología e inmobiliario han recortado plantillas en los últimos años. Ante la presión familiar y social por demostrar estabilidad —fundamental para acceder a créditos, bodas o simplemente mantener la reputación profesional— muchos jóvenes optan por soluciones temporales que les permiten “no decir la verdad” sobre su situación laboral.
Las empresas que ofrecen estos servicios han desarrollado una variedad de productos: desde la creación de cuentas de correo y tarjetas de presentación hasta la emisión de contratos y recibos de salario aparentemente válidos. Algunas firmas cobran una tarifa mensual para mantener perfiles activos en redes profesionales y publicaciones en redes sociales que refuerzan la ilusión de empleo. Otras ofrecen espacios de coworking donde el cliente puede presentarse en persona como trabajador de la supuesta compañía.
Consultores en recursos humanos advierten sobre los riesgos. “A corto plazo puede aliviar una presión social”, señala un analista laboral, “pero a la larga distorsiona el mercado y perjudica la credibilidad de los solicitantes”. Los empleadores, por su parte, han endurecido las verificaciones de antecedentes y recurren a llamadas directas y comprobantes oficiales, lo que pone en riesgo a quienes invierten en simulaciones si se enfrenta una verificación rigurosa.
Además del fraude potencial, hay efectos psicológicos: jóvenes que recurren a estas estrategias reportan vergüenza, ansiedad y una mayor sensación de inestabilidad, según especialistas en salud mental. Para las empresas que ofrecen el servicio, el crecimiento refleja una oportunidad comercial en medio de una crisis de empleo, pero también plantea preguntas legales: falsificar documentos o testigos laborales puede constituir delito en varias jurisdicciones chinas.
El gobierno chino, que ha intentado impulsar políticas de estímulo para crear empleo y promover la formación técnica, enfrenta así un desafío difícil de medir. Si bien algunas iniciativas buscan reconvertir trabajadores despedidos y promover el emprendimiento juvenil, la demora en la recuperación económica mantiene la presión sobre una generación que necesita ingresos reales.
Analistas consultados por este medio coinciden en que la proliferación de estos servicios es síntoma de un problema más profundo: una desaceleración económica combinada con expectativas sociales altas. Mientras tanto, jóvenes y familias buscan soluciones inmediatas: unos pagan por aparentar, otros migran a sectores informales o apuestan por pequeñas empresas. El debate sobre cómo restaurar confianza en el mercado laboral y ofrecer oportunidades sostenibles para la juventud continúa abierto.