Europa ha comenzado a mover piezas clave para reducir su dependencia de China en tierras raras, metales estratégicos que sostienen la industria tecnológica y energética moderna. En la costa atlántica de Francia, la planta de La Rochelle —con casi 80 años de experiencia en el procesamiento de estos materiales— se ha convertido en un emblema de esta estrategia tras el anuncio de la empresa química belga Solvay de ampliar sus instalaciones.
Tierras raras y el dominio de China
Las 17 tierras raras son fundamentales en teléfonos inteligentes, vehículos eléctricos, aerogeneradores y equipos médicos avanzados. Actualmente, alrededor del 70% de la extracción y el 90% del refinado global provienen de China, lo que refleja décadas de inversión estatal y consolidación de cadenas de valor. La pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania evidenciaron la vulnerabilidad de esta concentración, impulsando a gobiernos y empresas europeos a buscar independencia.
La Rochelle: la única planta completa en Europa
La instalación de Solvay en La Rochelle es, junto con otra en Estonia, una de las pocas en Europa que procesa tierras raras, y la única fuera de China capaz de tratar las 17 especies completas. «Cuando un material procede casi al 100% de una sola región, si dependes de él quieres diversificar las fuentes. Nosotros podemos ofrecer esa opción», señaló un ejecutivo de la compañía.
Estrategia europea con la Ley de Materias Primas Críticas
La expansión de La Rochelle se enmarca en la Ley de Materias Primas Críticas de la Unión Europea, diseñada con horizonte al 2030. Esta normativa busca reducir importaciones en toda la cadena —desde extracción hasta reciclaje—, al tiempo que promueve investigación en sustitutos y fomenta la economía circular para recuperar elementos de dispositivos desechados.
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Beneficios y desafíos de la diversificación
A corto plazo, las ampliaciones en Francia y Estonia reforzarán suministros para sectores estratégicos como automoción y energías renovables, golpeados por cuellos de botella en acceso a imanes y componentes electrónicos. Sin embargo, el desafío es complejo: rehacer cadenas de suministro exige inversiones elevadas, permisos medioambientales y tiempo para crear minería responsable en Europa o socios externos. El reciclaje de tierras raras, además, aún requiere innovación para alcanzar viabilidad económica a gran escala.
Implicaciones globales y para Costa Rica
La diversificación europea abre la puerta a mayor competencia y seguridad en el mercado global de tierras raras, lo que beneficia a países importadores como Costa Rica. Para Europa, la planta de La Rochelle representa un paso tangible hacia la autonomía tecnológica, aunque su éxito dependerá de equilibrar inversión, regulación e innovación ambiental.
Fuente: Agencia internacional y Solvay.

