En Costa Rica y en el mundo entero, los muebles dejan de ser sólo objetos y se transforman en declaraciones de sostenibilidad. Los materiales sorprendentes como el micelio de hongos, el cuero vegano y las telas a base de algas marinas están ganando terreno en el diseño de interiores y en la industria del mueble. Bajo la presión de reducir residuos y cerrar ciclos, diseñadores ticos y fabricantes buscan alternativas que permitan muebles sostenibles, compostables y con una vida circular.

El micelio, la red de raíces de los hongos, se usa para crear sillas, paneles y embalajes. Es ligero, aislante y compostable, y su producción requiere poca energía comparada con materiales convencionales. Otro protagonista es el cuero vegano, elaborado a partir de piña, cactus o incluso residuos de manzana; ofrece una apariencia similar al cuero tradicional sin explotar animales y con menor huella ambiental. Las telas hechas con algas marinas y fibras de origen marino aportan propiedades naturales como la capacidad de refrigeración y biodegradabilidad, además de cerrar el círculo entre océano y hogar.
Estos materiales no sólo sirven para productos pequeños; ya vemos prototipos de sofás, camas y accesorios que apuestan por la reutilización, la reparación y el compostaje. La clave es el llamado diseño circular: piezas modulares que se desmontan, componentes reciclables y procesos productivos que permiten reintegrar materiales al ciclo natural. En hoteles boutique de la zona del Pacífico y en alojamientos rurales, por ejemplo, se empiezan a probar muebles hechos con fibras locales y resinas bio-basadas para reducir la dependencia de importaciones y promover economía local.
Para el consumidor costarricense hay señales claras para elegir mejor: buscar etiquetas sobre compostabilidad, preguntar por la procedencia del micelio o de las fibras, y preferir muebles reparables y modulares. Apoyar a talleres locales que usan bambú, fibras de cacao o tejidos de algas marinas impulsa la economía circular y mantiene viva la tradición artesanal tica con un enfoque moderno. Además, optar por materiales certificados y proveedores transparentes asegura que la promesa de sostenibilidad no quede en pura publicidad.

El desafío sigue siendo escalar estas alternativas sin perder calidad ni volverlas prohibitivas. La buena noticia es que la demanda global motiva investigación y precios más accesibles, y Costa Rica, con su reputación verde, está bien posicionada para abrazar estas soluciones. Al final, el futuro del mueble será más liviano para el planeta y más conectado con el ciclo natural: una combinación que aquí celebramos con el típico «pura vida» cuando vemos innovación que cuida nuestra casa grande, la Tierra.

