Como periodista costarricense con años cubriendo cultura, lifestyle y viajes, observo con interés cómo la diplomacia y la imagen pública se entrelazan en escenarios como la Casa Blanca. Durante la visita reciente del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, el enfoque fue claramente distinto respecto a su encuentro previo con el expresidente Donald Trump. Esta vez cambió la táctica y hasta la vestimenta, en un intento por controlar el mensaje y la narrativa mediática.

En la anterior reunión con Trump, un reportero de tendencia conservadora se volvió viral por criticar la elección de ropa de Zelensky, y aquello desvió la atención de lo sustantivo. Para esta nueva cita, Zelensky optó por un look más sobrio y clásico: traje oscuro bien cortado, corbata discreta y un semblante menos proclive a gestos dramáticos. El resultado fue una imagen de seriedad que buscó dejar al margen las distracciones mediáticas.
El cambio táctico no fue solo estético. Durante los encuentros y las declaraciones públicas se notó un guion más controlado, mensajes concisos y un equipo de prensa que filtró apariciones y preguntas con mayor cuidado. En política internacional, la puesta en escena importa tanto como el contenido, y Zelensky pareció entender que en Washington las formas abren o cierran puertas. El objetivo evidente fue centrar la conversación en apoyo militar, alianzas y seguridad, más que en debates sobre apariencia.
El episodio con ese reportero de la derecha que antes criticó su atuendo no pasó desapercibido. Aunque no hubo confrontación directa, la presencia del periodista y la memoria de su reproche influyeron en el dispositivo comunicacional. Zelensky y su equipo parecieron anticipar posibles preguntas filosas; por eso priorizaron intervenciones conjuntas, fotos protocolarias estudiadas y mensajes enfocados en política y diplomacia.
Para el público costarricense y cualquier lector interesado en la intersección entre imagen y diplomacia, hay lecciones claras. Primero, la vestimenta ya no es un asunto puramente estético cuando la atención global se posa sobre una figura. Segundo, la relación con los medios, especialmente con periodistas que buscan titulares polarizantes, debe administrarse con estrategia. Tercero, los símbolos y la etiqueta siguen pesando en la construcción de credibilidad.
Desde la mirada de quien cubre cultura y viajes, esto recuerda que la imagen pública trasciende fronteras y entra en el imaginario colectivo. En turismo y cultura también aplicamos la regla de oro: la primera impresión cuenta. Pura vida, mae, para subrayar que a veces lo más efectivo es la sencillez bien aplicada. En esta ocasión la visita a la Casa Blanca quedó marcada no por un traje polémico sino por una estrategia que puso la política por delante del espectáculo.

