Introducción: la infancia conectada llegó para quedarse
niños y smartphones. En Costa Rica y la región, cada vez más familias viven el mismo dilema: ¿a qué edad conviene que los chiquillos tengan su propio celular? Un estudio reciente del Pew Research Center, publicado el 8 de octubre de 2025, confirma una tendencia que ya percibíamos: entre padres de niños de 11 a 12 años, la mayoría reporta que sus hijos ya tienen smartphone propio. La cifra “salta” frente a edades menores y refleja un inicio digital cada vez más temprano.

Qué dicen los datos y por qué importa
El informe de Pew muestra que cerca de seis de cada diez padres con hijos de 11–12 años dicen que su chiquillo tiene su propio smartphone, frente a 29% entre 8–10 años. Además, tres de cada cuatro aseguran que sus hijos de 11–12 años usan smartphones con regularidad, independientemente de si es propio o prestado. Es decir, el contacto con pantallas ya es cotidiano antes del colegio mayor.
La razón N.º 1 para entregar un celular
Cuando se les pregunta a los papás y mamás por qué permiten el uso del smartphone, la respuesta más citada es “para poder comunicarnos con ellos”: 81% de quienes reportan que su hijo tiene celular propio lo considera una razón de “peso”. La seguridad y la logística familiar (coordinación de salidas, transporte, horarios) se han vuelto argumentos prácticos difíciles de ignorar.
¿Y las redes sociales? La edad recomendada sigue siendo clave
Tener smartphone suele abrir la puerta a redes sociales. Muchos expertos —y también desde esta columna— recomiendan posponer el acceso pleno a redes hasta los 16 años. La evidencia internacional viene acumulando señales de riesgo sobre salud mental, sueño, atención y comparación social en menores. Algunos países incluso discuten elevar las edades mínimas o restringir su uso escolar, reflejando una conversación global sobre bienestar digital infantil. (Véase, por ejemplo, debates recientes en Europa).

No todo es blanco y negro: el matiz que su familia necesita
El mismo estudio de Pew subraya que el 86% de las familias ya tienen reglas de pantallas, aunque solo 19% dice cumplirlas “siempre”. Además, 42% de los padres reconoce que podría gestionar mejor el tiempo de pantalla. Esto nos recuerda algo esencial: el dispositivo es solo una herramienta; lo decisivo es cómo y para qué se usa en casa.
Recomendaciones prácticas (pensadas para hogares ticos y de la región)
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Diferencie “comunicación” de “redes sociales”. Si su objetivo es ubicar o llamar al chiquillo, considere un celular básico o un plan con funciones limitadas (llamadas y WhatsApp a contactos verificados). Active controles parentales y desactive descargas abiertas. La prioridad es la función de contacto, no el scroll infinito.
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Escalonamiento por etapas. Entre 10 y 12 años, enfoque en habilidades de seguridad: privacidad, manejo de desconocidos, reporte de contenido inapropiado y tiempos de desconexión. Recién en la secundaria mayor valore abrir gradualmente otras apps, con acuerdos claros y revisión periódica.
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Reglas familiares claras y visibles. Establezca por escrito horarios (sin pantallas durante comidas y antes de dormir), espacios (nada de celulares en el cuarto por la noche) y consecuencias. Revise cada trimestre: la consistencia, más que la severidad, es lo que funciona.
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Modelo adulto coherente. Los chiquillos aprenden por observación: si papá y mamá viven pegados al celular, cualquier regla pierde credibilidad. Defina zonas y horas “libres de pantalla” para todos.
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Transparencia y acompañamiento. Cuando llegue el momento de abrir redes, converse sobre algoritmos, publicidad, comparaciones y grooming. No sustituya el diálogo con puro “control parental”; acompañe y escuche. (Recuerde que el objetivo es formar criterio, no solo bloquear).
Indicadores para decidir si ya es tiempo
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Madurez emocional: ¿su hijo regula frustración y pide ayuda cuando algo lo incomoda?
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Hábitos de sueño y estudio estables: un smartphone no debe “desordenar” la rutina.
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Entorno social y movilidad: si su chiquillo ya se desplaza solo o practica actividades fuera de casa, un celular limitado a comunicación puede ser razonable.
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Acuerdos verificables: antes de entregar contraseñas y permitir nuevas apps, establezca metas y revisiones (por ejemplo, mensual).
Ojo con los atajos tecnológicos
Filtros, controles y apps de monitoreo ayudan, pero no reemplazan la educación digital. El informe de Pew evidencia que casi todos tienen reglas, pero pocos las cumplen todo el tiempo; eso nos recuerda que el reto es más cultural que técnico: se trata de hábitos y valores, no solo de software.
Conclusión: prudencia, no pánico
La discusión no es “smartphones sí o no”, sino cuándo y cómo. Los datos muestran que la mayoría de los niños de 11–12 años ya convive con celulares, principalmente para comunicación con sus familias. Como columnista y padre de la región, mi postura es clara: posponga redes sociales hasta los 16 y, mientras tanto, priorice comunicación acotada, educación digital y reglas consistentes. Si logramos que el primer contacto con la tecnología sea gradual, acompañado y con propósito, el smartphone dejará de ser una amenaza difusa y se convertirá en una herramienta al servicio del crecimiento de nuestros chiquillos.
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